Algunos Signos
para Entender mejor la Voluntad de Dios:
Cómo Dios le dio a Santa CLARA una señal premonitoria significativa:
«Se acercaba el día solemne de Ramos cuando la doncella (Clara), fervoroso el corazón, fue a ver al varón de Dios, inquiriendo el qué y el cómo de su conversión. Ordénale el padre Francisco que el día de la fiesta, compuesta y engalanada, se acerque a recibir la palma mezclada con la gente y que, a la noche, saliendo de la ciudad, convierta el mundano gozo en el luto de la pasión del Señor. Llegó el Domingo de Ramos. La joven, vestida con sus mejores galas, espléndida de belleza entre el grupo de las damas, entró en la iglesia con todos. Al acudir los demás a recibir los ramos, Clara, con humildad y rubor, se quedó quieta en su puesto. Entonces, el obispo se llegó a ella y puso la palma en sus manos. A la noche, disponiéndose a cumplir las instrucciones del santo, emprende la ansiada fuga con discreta compañía. Y como no le pareció bien salir por la puerta de costumbre, franqueó con sus propias manos, con una fuerza que a ella misma le pareció extraordinaria, otra puerta que estaba obstruida por pesados maderos y piedras. Y así, abandonados el hogar, la ciudad y los familiares, corrió a Santa María de Porciúncula, donde los frailes, que ante el pequeño altar velaban la sagrada vigilia, recibieron con antorchas a la virgen Clara» (LCl 7-8).
Una de las - verdaderas señales - de la Voluntad de Dios:
«Esta es la verdadera señal de los hijos de Dios, que dejan su VOLUNTAD propria y hacen la de EL; y esto no en las prosperidades (que aquello poco es), mas en las adversidades, adonde vale más un "¡Gracias a Dios!", un "¡Bendito sea Dios!", que tres mil gracias y bendiciones de prosperidades» (JUAN de ÁVILA, Epistolario, segunda parte, carta no. 81).
Es importante discernir los verdaderos signos del plan de Dios en los acontecimientos de la vida:
«El Pueblo de Dios, movido por la fe, que le impulsa a creer que quien lo conduce es el Espíritu del Señor, que llena el universo, procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios. La fe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre. Por ello orienta la menta hacia soluciones plenamente humanas». (Cfr. CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral "Gaudium et Spes", no. 11).
Los Padres y los Sacerdotes deben educar en los signos de la Llamada:
«Los padres y los maestros, y todos aquellos a quienes atañe de cualquier manera la formación de los niños y de los jóvenes, edúquenlos de forma que, conociendo la solicitud del Señor por su rebaño y considerando las necesidades de la Iglesia, estén preparados a responder generosamente con el profeta al Señor, si los llama: "Heme aquí, envíame" (Is 6,8). No hay, sin embargo, que esperar que esta voz del SEÑOR QUE LLAMA llegue a los oídos del futuro presbítero de una forma extraordinaria. Más bien hay que captarla y juzgarla por las señales ordinarias con que a diario CONOCEN la VOLUNTAD DE DIOS los cristianos prudentes; señales que los presbíteros deben considerar con mucha atención». (CONCILIO VATICANO II, Decreto "Presbiterorum Ordinis" no. 11).
Prestar atención a los signos de Dios debe ser el compromiso de todo cristiano:
«Cuidado con las señales de Dios... Dios continúa revelándonos su plan a través de "eventos y palabras". Escuchar su palabra y discernir sus signos debe ser, por tanto, el compromiso de todo cristiano y de cada comunidad. La más inmediata de las señales de Dios es ciertamente la atención al prójimo, de acuerdo con lo que Jesús dijo: "Lo que hayan hecho a uno solo de éstos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mí" (Mt 25,40).. signo del Dios vivo.. Debe serlo en primer lugar el sacerdote.. también, cada persona consagrada y cada persona bautizada». (PAPA BENEDICTO XVI, "Osservatore Romano", 7-8 de Septiembre de 2009 [nuestra traducción]).
Reconocer las señales de Dios en las experiencias diarias:
«El hombre religioso intenta reconocer los signos de Dios en las experiencias cotidianas de su vida». (PAPA FRANCISCO, Carta Encíclica "Lumen fidei", no. 35).