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Sfondo del paragrafo
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ANTIGUO TESTAMENTO

Cómo Dios le habló al Profeta SAMUEL:

«Un día Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos empezaban a apagarse y no podía ver. Aún no se había apagado la lámpara de Dios, y Samuel estaba acostado en el santuario del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó: “¡Samuel, Samuel!” Y éste respondió: “¡Aquí estoy!” Fue corriendo adonde estaba Elí, y le dijo: “Aquí estoy; vengo porque me has llamado.” Elí respondió: “No te he llamado, vuelve a acostarte.” Samuel fue a acostarse, y el Señor lo llamó otra vez. Samuel se levantó, fue a donde estaba Elí, y le dijo: ”Aquí estoy; vengo porque me has llamado.” Elí respondió: ”No te he llamado, hijo; vuelve a acostarte.” Samuel no conocía todavía al Señor; aún no se le había revelado la Palabra del Señor. El Señor volvió a llamar por tercera vez. Samuel se levantó y fue a donde estaba Elí, y le dijo: ”Aquí estoy; vengo porque me has llamado.” Elí comprendió entonces que era el Señor quien llamaba al niño, y le dijo: ”Anda, acuéstate. Y si te llama alguien, dices: Habla, Señor, que tu servidor escucha.” Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y lo llamó como antes: ”¡Samuel, Samuel!” Samuel respondió: ”Habla, que tu servidor escucha.”» (1Sam 3,2-10).

Cómo Dios le habló al Profeta ELÍAS:

«(Elías, llegó al monte de Dios, el Horeb) allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y el Señor le dirigió la palabra: “¿Qué haces aquí, Elías?” Respondió: “Me consume el celo por el Señor, Dios Todopoderoso, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y asesinado a tus profetas; sólo quedo yo, y me buscan para matarme.” El Señor le dijo: “Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!” Vino un huracán tan violento, que descuajaba los montes y resquebrajaba las rocas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva. Entonces oyó una voz que le decía: “¿Qué haces aquí, Elías?” Respondió: “Me consume el celo por el Señor, Dios Todopoderoso, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derribado tus altares y asesinado a tus profetas; sólo quedo yo, y me buscan para matarme.”» (1Re 19,9-14).

Cómo Dios le habló a GEDEÓN:

«El ángel del Señor se le apareció (a Gedeón) y le dijo: “El Señor está contigo, valiente.. Vete, y con tus propias fuerzas salva a Israel de los madianitas. Yo te envío”.. Gedeón insistió: “Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres tú quien habla conmigo.”.. Entonces el ángel del Señor alargó la punta del bastón que llevaba, tocó la carne y los panes, y se levantó de la roca una llamarada que los consumió. Y el ángel del Señor desapareció.. Gedeón dijo a Dios: “Si realmente vas a salvar a Israel por mi medio, como aseguraste, mira, voy a extender un cuero lanudo de oveja en el lugar donde se trilla el trigo: si cae el rocío sobre la lana mientras todo el suelo queda seco, me convenceré de que vas a salvar a Israel por mi medio, como aseguraste”. Así sucedió. Al día siguiente Gedeón madrugó, retorció la lana, exprimiéndole el rocío, y llenó una taza de agua. Entonces Gedeón dijo a Dios: “No te enfades conmigo si te hago otra propuesta; haré sólo otra vez la prueba con el vellón: que sólo el vellón quede seco, y, en cambio, caiga rocío sobre el suelo”. Así lo hizo Dios aquella noche: sólo el vellón quedó seco, mientras que cayó rocío en todo el suelo.. Y el Señor habló a Gedeón aquella noche: “Levántate, baja contra el campamento enemigo, que yo te lo entrego. Si no te atreves, baja con tu escudero Furá hasta el campamento. Cuando oigas lo que dicen, te sentirás animado a atacarlos”. Gedeón y su escudero Furá bajaron hasta las avanzadas del campamento. Madianitas, amalecitas y orientales estaban tumbados por el valle, numerosos como langostas; sus camellos eran incontables, como la arena de la playa. Al acercarse Gedeón, casualmente estaba uno contando un sueño al compañero: “Mira lo que he soñado: una torta de pan de cebada venía rodando contra el campamento de Madián, llegó a la tienda, la embistió, cayó sobre ella y la revolvió de arriba a abajo”. El otro comentó: “Eso significa la espada del israelita — de Gedeón, hijo de Joás —: Dios ha puesto en sus manos a Madián y todo su campamento”. Cuando Gedeón oyó el sueño y su interpretación, se postró para adorar. Luego volvió al campamento israelita y ordenó: “¡Arriba, que el Señor les entrega el campamento de Madián!”». (Jue 6,12.14.17.21.36-40; 7,9-15).

NUEVO TESTAMENTO

Cómo Dios habló a MARÍA SANTÍSIMA:

«El sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen prometida a un hombre llamado José, de la familia de David; la virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde estaba ella y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oírlo, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué clase de saludo era aquél. El ángel le dijo: “No temas, María, que gozas del favor de Dios. Mira, concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Jesús. Será grande, llevará el título de Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, para que reine sobre la Casa de Jacob por siempre y su reino no tenga fin”. María respondió al ángel: “¿Cómo sucederá eso si no convivo con un hombre?” El ángel le respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el consagrado que nazca llevará el título de Hijo de Dios. Mira, también tu pariente Isabel ha concebido en su vejez, y la que se consideraba estéril está ya de seis meses. Pues nada es imposible para Dios”. Respondió María: “Yo soy la sirvienta del Señor: que se cumpla en mí tu palabra.”» (Lc 1,26-38).

Cómo Dios le habló a San JOSÉ:

«Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa tuya, pues la criatura que espera es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.” ... Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y recibió a María como esposa. No tuvo relaciones con ella hasta que dio a luz un hijo, al cual llamó Jesús.» (Mt 1,20-21.24-25) «… un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. Se levantó, todavía de noche, tomó al niño y a su madre y partió hacia Egipto… A la muerte de Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a Israel, pues han muerto los que atentaban contra la vida del niño”. Se levantó, tomó al niño y a su madre y se volvió a Israel. Pero, al enterarse que Arquelao había sucedido a su padre Herodes como rey de Judea, tuvo miedo de ir allí. Y avisado en sueños, se retiró a la provincia de Galilea y se estableció en una población llamada Nazaret, para que se cumpliera lo anunciado por los profetas: “Será llamado Nazareno”» (cfr Mt 2,13-14.19-23).

Cómo Dios le habló a San PEDRO:

«...Pedro subió a la azotea para orar. Como era cerca del mediodía, sintió apetito y quiso comer algo. Mientras se lo preparaban, cayó en éxtasis. Vio el cielo abierto y un objeto como un mantel enorme, descolgado por las cuatro puntas hasta el suelo: contenía toda clase de cuadrúpedos, reptiles y aves. Y oyó una voz: “¡Vamos, Pedro, mata y come!” Pedro respondió: “De ningún modo, Señor; nunca he probado un alimento profano o impuro”. Por segunda vez sonó la voz: “Lo que Dios declara puro tú no lo tengas por impuro”» (Hch 10,9-15).

ÉPOCA PATRÍSTICA

 

Cómo Dios le habló a San JUSTINO a través de una persona misteriosa:

Cuenta San JUSTINO (100 - † 163/167): «Con esta disposición de ánimo [de impotencia], determiné un día refugiarme en la soledad y “evitar todo contacto con los hombres”. Me dirigí a cierto paraje, no lejos del mar. Cerca ya del lugar, me seguía a poca distancia un anciano de aspecto venerable. Me di la vuelta y clavé los ojos en él. “¿Es que me conoces?”, preguntó. Contesté que no. “Entonces, ¿por qué me miras de esa manera?” “Estoy maravillado - dije - de que hayas venido a parar a este mismo lugar, donde no esperaba encontrar a hombre alguno” […]. Entonces - volví a replicar -, “¿a quién vamos a tomar por maestro o de donde podemos sacar provecho, si ni en éstos [filósofos] se halla la verdad?” “Existieron hace mucho tiempo - me contestó el viejo - unos hombres más antiguos que todos éstos tenidos por filósofos; hombres bienaventurados, justos y amigos de Dios, que hablaron por inspiración divina; y divinamente inspirados predijeron el porvenir, lo que justamente se está cumpliendo ahora: son los llamados profetas. Éstos son los que vieron y anunciaron la verdad a los hombres, sin temer ni adular a nadie, sin dejarse vencer de la vanagloria; sino, que llenos del Espíritu Santo, sólo dijeron lo que vieron y oyeron. Sus escritos se conservan todavía y quien los lea y les preste fe, puede sacar el más grande provecho en las cuestiones de los principios y fin de las cosas y, en general, sobre aquello que un filósofo debe saber. No compusieron jamás sus discursos con demostración, ya que fueron testigos fidedignos de la verdad por encima de toda demostración. Por lo demás, los sucesos pasados y actuales nos obligan a adherirnos a sus palabras. También por los milagros que hacían es justo creerles, pues por ellos glorificaban a Dios Hacedor y Padre del Universo, y anunciaban a Cristo Hijo suyo, que de Él procede […]. Ante todo, por tu parte, ruega para que se te abran las puertas de la luz, pues estas cosas no son fáciles de ver y comprender por todos, sino a quien Dios y su Cristo concede comprenderlas”. Esto dijo y muchas otras cosas que no tengo por qué referir ahora. Se marchó y después de exhortarme a seguir sus consejos, no le volví a ver jamás. Sin embargo, inmediatamente sentí que se encendía un fuego en mi alma y se apoderaba de mí el amor a los profetas y a aquellos hombres que son amigos de Cristo: reflexionando sobre los razonamientos del anciano, hallé que ésta sola es la filosofía segura y provechosa» (SAN JUSTINO, "Diálogo con Trifón" III, 1-2; VII, 1 - VIII, 2).

Cómo Dios habló a San ANTONIO ABAD:

Sobre San ANTONIO (Abad; 250 - † 356): «Habían transcurrido apenas seis meses de la muerte de sus padres, cuando un día en que se dirigía, según costumbre, a la iglesia, iba pensando en su interior cómo los apóstoles lo habían dejado todo para seguir al Salvador, y cómo, según narran los Hechos de los Apóstoles, muchos vendían sus posesiones y ponían el precio de la venta a los pies de los apóstoles para que lo repartieran entre los pobres; pensaba también en la magnitud de la esperanza que para éstos estaba reservada en el cielo; imbuido de estos pensamientos, entró en la iglesia, y dio la casualidad de que en aquel momento estaban leyendo aquellas palabras del Señor en el Evangelio: "Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres - asi tendrás un tesoro en el cielo - y luego vente conmigo" (Mt 19,21). Entonces Antonio, como si Dios le hubiese infundido el recuerdo de lo que habían hecho los santos y como si aquellas palabras hubiesen sido leídas especialmente para él, salió en seguida de la iglesia e hizo donación a los aldeanos de las posesiones heredadas de sus padres (tenía trescientas parcelas fértiles y muy hermosas), con el fin de evitar toda inquietud para sí y para su hermana. Vendió también todos sus bienes muebles y repartió entre los pobres la considerable cantidad resultante de esta venta, reservando sólo una pequeña parte para su hermana. Habiendo vuelto a entrar en la iglesia, oyó aquellas palabras del Señor en el Evangelio: "No os agobiéis por el mañana" (Mt 6,34). Saliendo otra vez, dio a los necesitados incluso lo poco que se había reservado, ya que no soportaba que quedase en su poder mi la más mínima cantidad. Encomendó su hermana a unas vírgenes que él sabía eran de confianza y cuidó de que recibiese una conveniente educación; en cuanto a él, a partir de entonces, libre ya de cuidados ajenos, emprendió en frente de su misma casa una vida de ascetismo y de intensa mortificación». (Cfr. San Atanasio, De la vida de San Antonio, en: “Oficio de Lectura” 17 de enero).

Cómo Dios habló a San MARTÍN de TOURS:

Sobre San MARTÍN (316/317 - † 397): «Su padre, que era un oficial importante en el ejército del Imperio Romano, le dio el nombre de Martín en honor a Marte, el dios de la guerra. Con su familia se trasladó a Pavía, y a la edad de quince años, como hijo de un oficial, tuvo que entrar él mismo en el ejército y, por lo tanto, fue enviado a la Galia. Cuando Martín aún era soldado tuvo la visión que se convertiría en el episodio más narrado de su vida. Estaba a las puertas de la ciudad de Amiens con sus soldados cuando se encontró con un mendigo semidesnudo. Por impulso cortó su capa militar en dos y la compartió con el mendigo. Esa noche soñó que Jesús vino a él y le devolvió la mitad del manto que había compartido. Escuchó a Jesús decir a sus ángeles: "Aquí está Martín, el soldado romano que no está bautizado, él que me vistió". Cuando Martín despertó, su capa estaba intacta. Este manto milagroso fue preservado como una reliquia, y se convirtió en parte de la colección de reliquias de los reyes Merovingios de los Francos. El sueño tuvo tal impacto en Martín que fue bautizado al día siguiente y se convirtió en cristiano» (Sobre SAN MARTÍN de TOURS, en:*, Enlace consultado el 24 de diciembre de 2021 [nuestra traducción]).

 

*véase --> sitio web de "Vangelo del Giorno"

Cómo Dios le habló a San JERÓNIMO:

Cuenta San JERÓNIMO (347 - † 420): «Hace ya de ello muchos años. Por amor del reino de los cielos me había yo separado de mi casa, padres, hermana, parientes y – lo que más me costó – de la costumbre de la buena comida, y para alistarme en la milicia, había emprendido viaje a Jerusalén. Pero de lo que no podía desprenderme era de la biblioteca que con tanta diligencia y trabajo había reunido en Roma. Desdichado de mí, ayunaba para leer luego a Tulio. Después de las largas vigilias de la noche, después de las lágrimas que el recuerdo de mis pecados pasados me arrancaba de lo hondo de mis entrañas, tomaba en las manos a Plauto, y si alguna vez volviendo en mí mismo me ponía a leer un profeta, me repelía su estilo tosco, y no viendo la luz por tener ciegos los ojos, pensaba que la culpa no era de los ojos, sino del sol. Mientras así jugaba conmigo la antigua serpiente, a mediados aproximadamente de la cuaresma una fiebre invadió mi cuerpo exhausto deslizándose por la médula, y sin darme tregua ninguna — lo que parece increíble — de tal manera devoró mis pobres miembros, que apenas si me tenía ya en los huesos. Ya se preparaban mis exequias, y en mi cuerpo helado el calor vital del alma sólo palpitaba en un rincón de mi pecho también tibio, cuando, arrebatado súbitamente en el espíritu, soy arrastrado (en visión) hasta el tribunal del Juez, donde había tanta luz y del resplandor de los asistentes salía tal fulgor que, derribado por tierra, no me atrevía a levantar los ojos. Interrogado acerca de mi condición, respondí que era cristiano. Pero el que estaba sentado me dijo: “Mientes; tú eres ciceroniano, tú no eres cristiano; pues donde está tu tesoro, allí está tu corazón” (cfr. Mt 6,21). Enmudecí al punto, y entre los azotes — pues había el juez dado orden de que se me azotara — me atormentaba aún más el fuego de mi conciencia, considerando dentro de mí aquel versículo: “Mas en el infierno, ¿quién te alabará?” (Sal 6,6). Pero empecé a gritar y a decir entre gemidos: “Ten compasión de mí, Señor, ten compasión de mí” (Sal 56,2). Este grito resonaba entre los azotes. Al fin, postrados a los pies del presidente, los asistentes le suplicaban que concediera perdón a mi mocedad y me permitiera hacer penitencia por mi error; que ya terminaría yo de cumplir el castigo si alguna vez en lo sucesivo leía los libros de las letras paganas. En cuanto a mí, puesto en un trance tan terrible, estaba dispuesto a hacer promesas aun mayores. Por eso empecé a jurar y, apelando a su mismo nombre, dije: “Señor, si alguna vez tengo libros seculares y los leo, es que he renegado de ti”. Liberado en virtud de este juramento, vuelvo a la tierra, y (después de que la visión terminó) en medio de la sorpresa general, abro los ojos que estaban bañados con tal abundancia de lágrimas que con el dolor expresado en ellos, convenció aun a los incrédulos.. (Confieso) que salí con la espalda amoratada y sentí los golpes aun después del sueño y que, en adelante, leí con tanto ahínco los Libros Divinos cuanto no había puesto antes en la lectura de los profanos» (Cfr. SAN JERÓNIMO, "Epistolario" 22,30, en: PL 22, pp. 242-244).

Cómo Dios le habló a San AGUSTÍN:

Escribe San AGUSTÍN (354 - † 430): «Decía esto y lloraba con amarguísima contrición de mi corazón. Y he aquí que oigo una voz de la casa vecina acompañada de canto, como de un niño o niña, no lo sé, que decía y sin parar repetía: “Toma, lee; toma, lee”. Y al momento, mudando mi semblante, con gran concentración comencé a pensar si de verdad los niños solían canturrear cosas tales en algún tipo de juego, o no, y no recordaba en absoluto haberlo oído jamás, y tras contener el empuje de las lágrimas me levanté, interpretando que por orden divina no se me ordenaba otra cosa que abrir el códice y leer el primer capítulo que encontrase. De hecho, en relación a Antonio, había oído que a partir de una lectura del Evangelio a la que éste había ido a dar por casualidad, se le había aconsejado, como si se refiriese a él lo que estaba leyendo: “Vete, vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos; y ven y sígueme”; y con tal vaticinio se había vuelto inmediatamente hacia Ti. Así pues, apresurado, volví al lugar donde Alipio permanecía sentado, pues allí había puesto el códice del Apóstol después de levantarme de allí. Lo tomé en las manos, lo abrí y leí en silencio el párrafo sobre el que primero se lanzaron mis ojos: “Ni en fiestas y borracheras, ni en alcobas y desvergüenzas, ni en la rivalidad y la emulación, sino vestíos de nuestro Señor Jesucristo y no hagáis providencia de la carne en las concupiscencias” (Rom 13,13-14). Ni quise leer más ni hacía falta. Lo cierto es que al mismo tiempo que el final de esta misma frase, como si se hubiera infundido a mi corazón una luz de seguridad, todas las tinieblas de la duda se desvanecieron» (SAN AGUSTÍN, "Confesiones", VIII, 12,29).

ÉPOCA MEDIEVAL

Cómo San Francisco de Asís entendía la Voluntad de Dios

 

(y cómo él la explicaba [clica aquí])

 

En los libros del Evangelio

«Terminada la oración, el bienaventurado Francisco tomó el libro cerrado y, puesto de rodillas delante del altar, lo abrió, y a la primera vez le salió este consejo del Señor: Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo (Mt 19,21). Descubierto esto, el bienaventurado Francisco se alegró íntimamente y dio gracias a Dios. Pero, como era muy devoto de la Santísima Trinidad, se quiso confirmar con un triple testimonio, abriendo el libro segunda y tercera vez. La segunda vez le salió esto: Nada llevéis en el camino, etc. (Lc 9,3). Y en la tercera: Aquel que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, etc. (Lc 9,23). El bienaventurado Francisco, tras haber dado gracias a Dios en cada una de las veces que había abierto el libro por la confirmación de su propósito y deseo concebido de hacía tiempo, ahora tres veces manifestada y comprobada divinamente, dijo a los mencionados por varones, Bernardo y Pedro: "Hermanos, ésta es nuestra vida y regla y la de todos los que quisieran unirse a nuestra compañía. Id, pues, y obrad como habéis escuchado"» (San FRANCISCO de ASÍS, TC no. 29).

 

En la Santa Misa y en la interpretación del Sacerdote

«Habiendo escuchado un día en la celebración de la Misa lo que dice Cristo a sus discípulos cuando los envía a predicar, es a saber, que no lleven para el camino ni oro ni plata, ni alforja o zurrón, ni pan ni bastón, y que no usen calzado ni dos túnicas; y como comprendiera esto más claro por la explicación del sacerdote, dijo transportado de indecible júbilo: "Esto es lo que ansío cumplir con todas mis fuerzas". Y, grabadas en la memoria cuantas cosas había escuchado, se esforzó en cumplirlas con alegría: se despojó al momento de los objetos duplicados y no usó en adelante de bastón, calzado, zurrón o alforja; y, haciéndose él una túnica muy basta y rústica, abandonó la correa y se ciñó con una cuerda. Adhiriéndose de todo corazón a las palabras de nueva gracia y pensando en cómo llevarlas a la práctica, empezó, por impulso divino, a anunciar la perfección del Evangelio y a predicar en público con sencillez la penitencia.» (Ídem, TC no. 25).

 

En la Oración

«Idéntico encargo confió a la santa virgen Clara, encareciéndole que averiguase la voluntad del Señor sobre el particular, ya por medio de alguna de las más puras y sencillas vírgenes que vivían bajo su obediencia, ya también uniendo su oración a la de las otras hermanas. Tanto el venerable sacerdote como la virgen consagrada a Dios - inspirados por el Espíritu Santo - coincidieron de modo admirable en lo mismo, a saber, que era voluntad divina que el heraldo de Cristo saliese afuera a predicar. Tan pronto como volvieron los hermanos y le comunicaron a Francisco la voluntad del Señor tal como se les había indicado, se levantó en seguida el Santo, se ciñó y sin ninguna demora emprendió la marcha. Caminaba con tal fervor a cumplir el mandato divino y corría tan apresuradamente cual si - actuando sobre él la mano del Señor - hubiera sido revestido de una nueva fuerza celestial.» (Ídem, LM 12,2). «Era, en efecto, costumbre del santísimo Padre, cuando se proponía partir a predicar no sólo en una provincia lejana, sino también en las provincias vecinas, orar y hacer orar a los hermanos para que el Señor le inspirase a dónde debía encaminarse según el deseo de Dios.» (Ídem, LP no. 108). «En cierta ocasión - Francisco de Asís -, admirando la misericordia del Señor en tantos beneficios como le había concedido y “deseando que Dios le mostrase cómo habían de proceder en su vida él y los suyos, se retiró a un lugar de oración”, según lo hacía muchísimas veces. ¡Cómo permaneciese allí largo tiempo con temor y temblor ante el Señor de toda la tierra!» (Ib, 1Cel 26). «Cuando (Francisco) frecuenta lugares retirados, como más propicios a la oración, el diablo se esfuerza con sugestiones malignas en separarlo de allí. Le trae a la imaginación la figura de una mujer.. Pero, confortado por el Señor, experimenta el gozo de la respuesta de salvación y de gracia: "Francisco - le dice Dios en espíritu -, lo que has amado carnal y vanamente, cámbialo ya por lo espiritual, y, tomando lo amargo por dulce, despréciate a ti mismo, si quieres conocerme, porque sólo a ese cambio saborearás lo que te digo". Y de pronto es inducido a obedecer el mandato de Dios y guiado a probar la verdad de lo sucedido.». (Ib, 2Cel 9).

 

En el Sueño

«Una noche – dicen las Fuentes Biográficas Franciscanas – Aquel que tiene la vara de la justicia lo visitó (a Francisco) en una visión, bañándolo en las dulzuras de la gracia; y, puesto que era ávido de gloria, a la cima de la gloria lo incita y lo eleva» (cfr. 1Cel 5). «Y así, poco después se le muestra en visión (en una visión en un sueño - cfr. 1Cel 5), un suntuoso palacio, en el cual ve provisión abundante de armas (lleno de armas militares, tales como relucientes escudos y otras piezas – cfr. TC 5), y una bellísima esposa. Francisco es llamado por su nombre en sueños y alentado con la promesa de cuanto se le presenta» (cfr. 2Cel 6). «Al despertarse por la mañana, se levantó con especial alegría, pensando a lo mundano.. que con todo esto debería ser honrado como un príncipe magnífico. Y... se determinó a hacer el viaje a la Pulla para ser nombrado caballero (TC 5)» (Cfr. Ib, 1Cel 5; 2Cel 6; TC 5.).

-- (Para más información sobre esta historia de Francisco, -

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Cómo Dios le dio a Santa CLARA una señal premonitoria significativa

«Se acercaba el día solemne de Ramos cuando la doncella (Clara), fervoroso el corazón, fue a ver al varón de Dios, inquiriendo el qué y el cómo de su conversión. Ordénale el padre Francisco que el día de la fiesta, compuesta y engalanada, se acerque a recibir la palma mezclada con la gente y que, a la noche, saliendo de la ciudad, convierta el mundano gozo en el luto de la pasión del Señor. Llegó el Domingo de Ramos. La joven, vestida con sus mejores galas, espléndida de belleza entre el grupo de las damas, entró en la iglesia con todos. Al acudir los demás a recibir los ramos, Clara, con humildad y rubor, se quedó quieta en su puesto. Entonces, el obispo se llegó a ella y puso la palma en sus manos. A la noche, disponiéndose a cumplir las instrucciones del Santo, emprende la ansiada fuga con discreta compañía. Y como no le pareció bien salir por la puerta de costumbre, franqueó con sus propias manos, con una fuerza que a ella misma le pareció extraordinaria, otra puerta que estaba obstruida por pesados maderos y piedras. Y así, abandonados el hogar, la ciudad y los familiares, corrió a Santa María de Porciúncula, donde los frailes, que ante el pequeño altar velaban la sagrada vigilia, recibieron con antorchas a la virgen Clara» (LCl 7-8).

ÉPOCA MODERNA

Cómo Dios le Habló a San FRANCISCO DE PAOLA desde que era niño:

SOBRE San Francisco de Paola (Ermitaño y Fundador de los Frailes Mínimos; 1416 - † 1507): «(los futuros padres de Francisco de Paola) después de haber estado sin hijos durante mucho tiempo, a menudo imploraban la ayuda de Dios y de los Santos de Asís, orando insistentemente y con lágrimas llenas de devoción, haciendo generosas limosnas y ayunos por el amor de Dios, para que se dignara a enviarles descendencia. Si era varón, decidieron consagrarlo al Señor durante todo el tiempo de su vida. Y Dios los escuchó, dándoles un hermoso niño. Cuando salió del vientre de su madre, solo tenía un ojo. Lo que sucedió después fue milagroso. Tan pronto como su devota madre se entregó a la oración, un poco afligida por ese inconveniente - implorando la ayuda del glorioso San Francisco de Asís y prometiendo (por consejo de la partera) que, si hubiese tenido el otro ojo sano, el niño usaría el vestido de San Francisco durante un año y aún más, si su devoción lo traía a usar tal vestido - obtuvo instantáneamente la curación perfecta de la vista, como si no hubiera habido maldad en ella antes. Por esta razón, sus padres, glorificando a Dios y agradeciéndole junto con San Francisco, le dieron el nombre del glorioso San Francisco, por cuya intercesión creyeron que lo habían obtenido de Dios.. cuando Francisco llegó a la edad de quince años, fue enterado del voto hecho por sus padres, y ciertamente quiso cumplirlo. Para ello fue acompañado por sus padres al Convento de San Francisco en San Marcos, donde su madre le había prometido a Dios con un voto. Llevó devotamente el hábito franciscano.. a la edad de quince años» (Sobre San FRANCISCO DE PAOLA, en:*, Enlace consultado el 26 de diciembre de 2021, [nuestra traducción]).

    

*véase --> sitio web de "Parrocchie San Francesco di Paola e San Pancrazio di Lamezia Terme"

 

Como Dios le habló a San IGNACIO DE LOYOLA: una Alegría que no pasa:

SOBRE San Ignacio de Loyola (Sacerdote y Fundador de los Jesuitas; 1491 - † 1556): «Al leer (Ignacio) la vida de Jesucristo o de los santos, a veces se ponía a pensar y se preguntaba a sí mismo: "¿Y si yo hiciera lo mismo que san Francisco o que santo Domingo?" ... Estos pensamientos duraban mucho tiempo ... volvía a pensar ... en las cosas vanas y mundanas. Pero había una diferencia; y es que, cuando pensaba en las cosas del mundo, ello le producía de momento un gran placer; pero cuando, hastiado, volvía a la realidad, se sentía triste y árido de espíritu; por el contrario, cuando pensaba en la posibilidad de imitar las austeridades de los santos, no sólo entonces experimentaba un intenso gozo, sino que además tales pensamientos lo dejaban lleno de alegría» (Cfr. Luís Gonçalves "De los Hechos de san Ignacio", en: “Oficio de Lectura” 31 de julio).

ÉPOCA POSMODERNA

Cómo Dios le habló a San LUIS ORIONE:

SOBRE San LUIS ORIONE (Sacerdote y Fundador de la Pequeña Obra de la Divina Providencia; 1872 - † 1940): «Luis Orione, pide tres señales al Señor, por intercesión de San Juan Bosco, que había muerto recientemente, para entender si tenía que entrar en el Seminario diocesano. Por lo tanto estas son las 3 señales solicitadas: PRIMERA SEÑAL: "Si entraré en el seminario, decía Luis, se me debe permitir (entrar, pero) sin el envío de la solicitud por escrito ..." SEGUNDA SEÑAL: Nunca se le habrían tomado medidas por la túnica; (pero) si lo hubieran hecho de todos modos, significaba que tenía que entrar en el seminario. TERCERA SEÑAL: Luis Orione pedía a Dios: "La conversión de mi padre". FINALMENTE, COMO CONFIRMACIÓN ADICIONAL, Luis Orione vio en un sueño que Juan Bosco, mientras sonreía, lo vistió con la sotana para ingresar al seminario. (Cfr. AGRICOLA BROCCATI STATELLA, "Don Orione, povero tra i poveri", Ediz. Messagero Padova, Padova 1978, pp. 19-22 [nuestra traducción]).

Cómo Dios habló a través de NUESTRA SEÑORA a los tres pastorcitos de Fátima

(Videntes - Aparición del 13 de Mayo de 1917): «Vengan aquí por 6 meses consecutivos, y les diré quién soy y qué quiero de ustedes». (Mensaje de Nuestra Señora de Fátima, [13 de Mayo de 1917]).

CÓMO HABLÓ DIOS
a algunos Personajes Bíblicos
y a algunos Santos
(desde el A.T. hasta la fecha):

Come Francesco capiva

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INFORMACIÓN

(clica aquí abajo para más información..)

- Otras Enseñanzas de los Santos

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